El escritor y político Joaquín Leguina (n. 1941), reconocido como una de las voces más críticas del país, presenta en su obra "Historia de un despropósito" (2014) una explicación ácida y sin tapujos sobre las consecuencias políticas que generaron las «ideas» y «ocurrencias» de la generación socialista que tomó a José Luis Rodríguez Zapatero como líder. Según Leguina, esta etapa (2000-2011) forjó un "nuevo" socialismo que condujo al PSOE a la ruina política e ideológica, dejando a los españoles en un callejón sin salida en el que todavía se encuentran.
El núcleo de la crítica se centra en la trivialidad ideológica y la falta de realismo. Queriendo innovar, destruyeron, y pretendiendo mejorar la condición económica, cultural y social de los españoles, los llevaron al estancamiento. Se abandonaron las realidades económicas para enfocarse en ideologías, subiéndose alegres al viejo carro del anticlericalismo y del antifranquismo, confundiendo a menudo el fenecido franquismo con la derecha española actual. Esta dinámica, marcada por el "diferencialismo" y la descalificación de la derecha, metió al país en una peligrosa espiral destructora que puso al Estado democrático en riesgo de sucumbir a manos de los separatismos.
La ascensión de Zapatero al liderazgo del partido en el año 2000, un proceso que se vivió en segunda línea como observador atento y crítico, se produjo tras la derrota electoral de 1996, un evento que representó el final político de la generación anterior. La elección interna de candidato, que se celebró mediante un procedimiento no legal, fue ganada por Zapatero por un margen de nueve votos frente a José Bono, gracias a un pacto sotto voce. Una vez al mando, ZP impuso una "limpieza étnica" en su feudo de León, eliminando a la vieja guardia, y se instauró "lo nuevo" como una religión. En esta nueva era, la obsesión por la imagen se mostró mayor que la fe, y todo lo que oliera a veteranía era visto como algo a eliminar.
En el ámbito económico, la riqueza brillaba con sus "burbujas vanas" durante los primeros años del zapaterismo, aunque la distribución de renta no mejoró un ápice. El gobierno se negó a pronunciar la palabra crisis incluso después de 2008, a pesar de que la deuda externa privada se duplicó en solo cuatro años (2004-2008). La situación llevó al gobierno a un "camino hacia Damasco", obligando a Zapatero a realizar un giro dramático en mayo de 2010, anunciando recortes significativos, incluyendo la bajada del salario del sector público y la eliminación del cheque bebé. Esta maniobra fue vista como un harakiri político, que dejó al descubierto la ficción de su política progresista.
Otro "gran objetivo histórico" que resultó en un fracaso fue el abordaje del contencioso catalán. Zapatero impulsó la reforma estatutaria, llegando a prometer el apoyo al texto que saliera del Parlamento catalán. El Estatuto resultante, un "arma de destrucción masiva", era un disparate constitucional. La posterior sentencia del Tribunal Constitucional (STC 31/2010), que desmanteló sus pilares esenciales (nación, lengua, bilateralidad), no solo frustró al nacionalismo sino que, irónicamente, llevó al crecimiento de los discursos independentistas. Este proceso, que forzó leyes y la conciencia de muchos diputados, fue descrito como "la mayor locura política acometida por el PSOE, al menos, desde 1934".
La perversión de los métodos políticos fue constante. La Constitución impone a los partidos una estructura y funcionamiento democráticos, pero en la práctica, los partidos han operado como estructuras burocráticas que detestan las elecciones internas. Bajo ZP, el Comité Federal sustituyó el debate libre por el comentario, mayormente elogioso hacia el mando. Se favoreció el nepotismo y el "mangoneo" (intervención opaca desde el poder), con ejemplos como los intentos de influir en grandes empresas y la politización de la Judicatura. El autor señala que la crisis también introdujo ideologías y ocurrencias en el PP, destruyendo derechos y alargando la salida del hoyo. Este contexto se vio agravado por escándalos de corrupción como el caso Bárcenas y las irregularidades en los ERE andaluces.
Tras la catastrófica derrota electoral de 2011, donde el PSOE perdió 4.3 millones de electores, se evidenció el daño causado por la estrategia sectaria de aislar al PP, lo que solo trajo desgracias al país y al PSOE. Leguina subraya que el PSOE se encuentra ahora envuelto en una doble crisis: la interna y la que sufre la sociedad española. Para el futuro, es imprescindible que el PSOE se autorreformule, abandone el sectarismo y analice los componentes ideológicos que descompensaron su proyecto socialdemócrata. Si el PSOE no se autorreforma, peligra su supervivencia, pues el desprecio por los políticos y la desafección ciudadana exigen que los partidos pongan coto a sus invasiones y cumplan con la democracia interna.

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